La playa

La playa

Como hermosas bellotas coníferas,
tiernos y florecidos descubrí tus pechos
en aquella playa desolada en pleno
atardecer, donde un día nos juramos
amor eterno. La vida se nos hacia tan
corta que parecía que se nos acabaría
en ese momento.
Y en una noche inmensa
nos entregamos uno al otro devorándonos
hasta que el amanecer descubrió nuestros
cuerpos desnudos. En la arena, la huella
de nuestros cuerpos se figuraba como un
molde inmortal del amor apasionado, que
aquella noche unió entre suspiros, deseos,
besos y orgasmos liberados en aquella playa
desolada, llena de amor y pasión.
Derroche de calor tibio que nuestros
cuerpos ardientes excitados evaporaban
las aguas de las olas de aquella playa.
Una playa desnuda que quisimos cubrir
con nuestros cuerpos untados en aquella
arena, regados en un espacio tan grande,
parecido a la eternidad de un pequeño deseo.
Como hermosas bellotas coníferas, son
los deseos que vagan en la inmensidad
de los sueños, que cuando caen de los árboles y
ruedan hasta parar donde el destino quiere.
Allá donde tu pecho sea el refugio perfecto de
mi debilidad infantil.
En la arena se escribió la historia que las olas
borraron; historia que se escribió en un atardecer
de tragos, una noche ebria y un amanecer de
serenatas.
Como hermosas bellotas confieras tú pecho
arrulló mi infancia para convertirla en adolescencia.
Y fue en aquella playa que deje de ser un niño.

 
                                          Luis Montoya Pereira